(Con información de Elpais.es) – Igor Savitsky, arqueólogo, coleccionista y pintor, podría recibir sin duda el apelativo de Schindler del arte ruso. Cuando, en la década de los 30, el régimen estalinista prohibió toda obra que no estuviera al servicio del "realismo socialista" soviético, un grupo de artistas decidió permanecer fiel a sus ideales a pesar de las amenazas de tortura, cárcel y muerte que pesaban sobre ellos. Una historia cuya improbabilidad invita a ser incrédulo: Savitsky, sin dinero ni ninguna otra ayuda fue capaz de salvar 40.000 obras de arte avant-garde de las fauces del olvido, colocándolas en un museo perdido en mitad del desierto, lejos de Moscú, en Uzbekistán . Hablamos de una de las más extraordinarias colecciones de arte ruso del siglo XX.
"Encontré estas pinturas enrolladas bajo la cama de ancianas viudas, enterradas bajo montañas de trastos, en esquinas oscuras de estudios de artistas, algunas veces incluso tapando un agujero en el tejado. Terminé con una colección que nadie en la Unión Soviética se atrevería a mostrar", contaba Savitzky. "Aunque la colección no contiene ninguna de las figuras principales -Kandinsky, Malevich-, ilustra el ocaso de la vanguardia rusa y cómo los artistas jóvenes cultivaron sus principales tendencias, el constructivismo y el cubofuturismo, tras la revolución de octubre", dice John Bowlt, de la universidad de Carolina del Sur y uno de los principales expertos en la materia.
El desierto del arte prohibido (The desert of forbidden art), de Amanda Pope y Tchavdar Georgiev, es el documental que, presentado en el Cinema Village de Nueva York y el Laemmle Music Hall de Los Ángeles los pasados 11 y 18 de marzo, narra tan extraordinaria aventura. Artistas como Alexander Volkov, Yevgeny Lyssenko, Mikhail Kurzin o Alexander Nikolaev llegaron hasta Uzbekistán huyendo de la censura del Kremlin: los tachados de "antisoviéticos" eran enviados a prisión o a campos de trabajos forzados. Es en condiciones tan precarias donde Savitsky consiguió lo imposible: visitando a artistas proscritos y sus herederos, a menudo dando pagarés a diez años, recuperó y exhibió en su museo de Uzbekistán miles de obras de arte, bajo la mirada de las mismas autoridades soviéticas que las prohibían. A veces, incluso, con la colaboración de alguna de ellas, como señalan Pope y Georgiev: "Savitsky puso en marcha su museo con dinero que proporcionó el político más poderoso de la región (Kalhbek Kamalov), que actuó en contra de la política del Gobierno. Incluso en Moscú hubo cargos del ministerio de Cultura que ayudaron a salvar algunas obras". (Para más información, contactar a la autora del blog en autoresdelmundo@gmail.com)
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