
Franz Kafka encargó a su íntimo amigo, Max Brod, la destrucción de esta documentación tras su muerte en 1924. Brod, sin embargo, incumplió los deseos del escritor praguense de lengua alemana y se llevó los documentos a Israel, país al que emigró en 1939 huyendo del Holocausto provocado por los nazis. Brod traspasó en 1945 los documentos a su secretaria privada, Esther Hoffe, a la que dio instrucciones para que engrosaran los fondos de la Biblioteca Nacional de Jerusalén, todavía en proyecto cuando el albacea de Kafka falleció en Tel Aviv en 1968. Pero Hoffe desobedeció a Brod y legó a sus dos hijas los documentos que había depositado en un banco suizo en 1956.
La propia Hoffe subastó en 1988 el original de El proceso, adquirido por 1,5 millones de euros por el Archivo Alemán de Literatura de Marbach am Neckar, dependiente del Ministerio de Cultura de la entonces República Federal de Alemania. Israel también reclama esa pieza. Tras la muerte de la secretaria de Max Brod, sus hijas y supuestas herederas del legado de Kafka, hoy octogenarias quisieron hacer valer sus derechos. El choque con los intereses de las autoridades israelíes no tardó en producirse. (Para más información contactar a la autora del blog en autoresdelmundo@gmail.com)
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