
Las diez obras que ahora son el centro de todas las miradas en Sanssouci reaparecieron en marzo. El propietario de una casa de subastas de Berlín llamó a la Fundación de Palacios y Jardines Prusianos y explicó que le habían llevado unos cuadros que le sonaban y que posiblemente eran un "botín de guerra" soviético. El buen ojo del experto se confirmó cuando un hombre de unos 35 años llegó desde Berlín enviado por el marchante para reunirse con Samuel Wittwer, el director de exposiciones de la Fundación. La rocambolesca historia quedó así reconstruida. La tía abuela del hombre del maletero estaba casada con el alcaide del palacio de Rheinsberg. El mando ruso la expulsó de su casa y ella se llevó la decena de cuadros consigo a la zona de ocupación soviética, donde pronto se fundaría la República Democrática Alemana. Como no tenía mucho sitio en casa mandó los cuadros a su hermana, que vivía en Berlín Oriental con sus dos hijos. Wittwer considera que, en cualquier caso, ella "preservó" y "protegió" las obras de su posible confiscación por parte de Stalin. La familia ha percibido una recompensa por devolverlas. Los museos públicos quieren que el ejemplo cunda: la Fundación prusiana aún echa en falta otros 3.000 cuadros desaparecidos en la guerra. (Para más información contactar a la autora del blog en autoresdelmundo@gmail.com)
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