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Hirst y la subasta de sus obras

[Con información de EFE y El Universal, México] – La subasta de las obras de Damien Hirst en Sotheby's los pasados días 15 y 16 de septiembre ha hecho historia. Era la primera vez que una casa de subastas -ésta tiene 264 años- ponía a la venta obras recientes directamente del estudio de un artista vivo, sin intermediarios como galerías o agentes, y sin que provengan de un coleccionista. Se pusieron a la venta 223 lotes en dos sesiones y se obtuvieron 140 millones de euros. Una jugada maestra, teniendo en cuenta que las galerías suelen cobrar al artista el 50% de la venta de sus obras, y la casa de subastas un 15%.
Hirst calificó la operación como un "acto democrático" en el que cualquiera puede optar a la obra directamente, sin lista de espera como en las galerías. "Si alguien hace dinero, que sea el artista", declaró Hirst en la presentación de la subasta. Lo que ha querido es deshacerse del intermediario y alcanzar el verdadero precio de su arte en el mercado.
Sin embargo, los galeristas de Hirst, Jay Joplin, de White Cube, en Londres; y Larry Gagosian, en Nueva York, no han estado fuera completamente de estas operaciones. La calavera en platino incrustada con diamantes perfectamente cortados y pulidos, titulada For the love of God (Por el amor de Dios), que Hirst vendió por 63 millones de euros en 2007, fue comprada finalmente en una operación de salvamento triplicando su precio de salida, por un consorcio del que Joplin y el propio Hirst formaban parte. Una venta que pretendía situarlo como el mayor precio alcanzado por un artista vivo. No fue una sorpresa, por tanto, que el galerista británico participará también en las pujas de la subasta de Sotheby's, lo hizo por la pieza Fragmentos del paraíso, que finalmente se llevó otro comprador por teléfono. Gagosian fue también un activo pujador. Se rumorea que Joplin recibió un incentivo por traer a sus clientes a la subasta, según The Art Observer.
Si Damien Hirst es la estrella, no es el único responsable del éxito de la operación. La subasta se gestionó como un espectáculo. La exposición previa de las obras fue visitada por 21.000 personas y Sotheby's le dedicó todo su local. Contrató al arquitecto Peter Marino para transformar el espacio de unas oficinas en salas VIP forradas con puertas de caoba y paredes decoradas con los cuadros de mariposas de Hirst. Las estancias, algunas con chimeneas y todas con pantallas planas de televisión para que los compradores siguieran discretamente y en directo la subasta, parecían las de un hotel de cinco estrellas, según New York Times. El catálogo, un estuche con tres volúmenes, se convirtió también en pieza de coleccionista.
La maniobra de Hirst fue un golpe de efecto, pero probablemente no tenga consecuencias inmediatas. Difícilmente romperá la hegemonía del sistema de galerías porque muy pocos ocupan el peso que tiene el británico en el mercado. Sólo otros dos artistas contemporáneos son suficientemente mediáticos como para un montaje de ese calibre: Jeff Koons y Takeshi Murakami. Y pronto se verán tentados a hacerlo. (Para más información contactar a la autora del blog en autoresdelmundo@gmail.com)

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